El avión atómico ¿Qué podría salir mal?

La revista Mecánica Popular siempre fue una de mis favoritas cuando era un crío allá por principios de los 70. Recuerdo que había una edición en español muy parecida a la norteamericana y cada número traía siempre ideas muy novedosas que nos dejaban con la boca abierta. La mayoría de ellas eran irrealizables o se adelantaban muchos años a su puesta en práctica, pero no importaba. Cada artículo espoleaba nuestra imaginación y nos frotábamos las manos pensando en un futuro tecnológicamente avanzado, a lo Star Treck o algo parecido. Nada más lejos de la realidad. Uno de los ejemplos fue el vuelo de aviones a base de energía atómica. En los años 50 se especulaba con la posibilidad de volar con este tipo de energía. Debajo se puede ver uno de estos artículos y como se pensaba mover las turbinas de las hélices de un modelo que "ya se estaba desarrollando". No tenía depósitos de combustible. Todo a base de vapor de agua... sin contaminación. Un avión limpio que podría estar en vuelo varios meses sin repostar y volar a cualquier lugar del mundo...


Según la revista, el mejor candidato para ser el primer avión propulsado por energía atómica sería un hidro de grandes dimensiones, similar al Hercules de Howard Hughes. En el mar, el avión no dependería de una larga pista, cosa necesaria para poder elevar el peso del avión y el del reactor nuclear con toda su pesada protección. La revista especulaba con la posibilidad de que en los 60 se comenzaran las pruebas y que en los 80 los aviones estuvieran propulsados por este método.

La cuestión es que la revista se basaba en las propuestas experimentales del departamento de defensa de los estados Unidos. Debajo se puede ver al Convair X-6, fruto del proyecto Nuclear Energy for the Propulsion of Aircraft, NEPA (Energía Nuclear para la Propulsión de Aeronaves). 


Los estudios de este programa se realizaron hasta mayo de 1951, cuando el NEPA fue sustituido por el programa Aircraft Nuclear Propulsion, ANP (Propulsión Nuclear para Aeronaves). Se trataba de un B-36 modificado con un reactor nuclear refrigerado por aire en su interior. El reactor era completamente funcional pero no propulsaba ni alimentaba al avión, sólo llegó a utilizarse en vuelo para investigar los efectos de la radiación en el personal de la aeronave. El proyecto fue abandonado en 1957 debido al desarrollo de los ICBM. Los soviéticos también hicieron sus pinitos con este tipo de aeronave, en los años 1960, la oficina de diseño Túpolev realizó un experimento similar utilizando un Tupolev Tu-119, que era un bombardero Tupolev Tu-95 modificado para llevar un reactor funcional.

Debajo se puede ver como era el principio de funcionamiento de uno de estos motores.


Tecnología inapropiada, poco segura y muy pesada

La energía atómica no es una buena fuente de energía para un medio de transporte como un avión. Aparte de ser super-pesada (algo importante a la hora de volar), esta energía solo es buena para los casos en los que se necesita energía continua durante un largo período de tiempo, por ejemplo un satélite, que va a estar en órbita durante años sin mantenimiento o recarga de combustible.  Otros ejemplos donde la energía atómica se puede emplear en transportes son los submarinos y los portaaviones. En los submarinos este tipo de propulsión permite permanece bajo el mar durante meses o incluso años. El diésel o cualquier otro tipo de propulsión que utilice oxígeno no es adecuado.

En un satélite, la unidad de potencia puede ser muy pequeña, pues la energía requerida es también pequeña, para alimentar un avión, un submarino o un barco, se necesita una gran planta de energía y una gran cantidad de blindaje por culpa de la radiación. En barcos y submarinos esto es asumible, pero en un avión el peso es la clave. Además del problema del peso (solamente el blindaje de la cabina de vuelo del Convair eran 11 toneladas), sencillamente no se puede asegurar que el blindaje pudiera resistir un accidente.

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