Una colisión sin ton ni son...
En las escuelas de vuelo se practican muchas maniobras complicadas para poder dominar los aparatos en cualquier condición normal y también en algunas condiciones de emergencia. Sin embargo, lo que le ocurrió al cadete Fuller de la Escuela de Entrenamiento de Vuelo Nº 2 de la RAAF no era algo se hubiera entrenado antes en ninguna escuela de vuelo.
El 29 de septiembre de 1940 dos aviones Avro Anson salieron para realizar un vuelo de rutina en formación. Los aviones pilotados por cadetes contaban con la ayuda de un navegante en cada aparato. En uno de los virajes se perdieron de vista al alabear y se produjo una colisión en el aire mientras sobrevolaban Brocklesby, Nueva Gales del Sur, en Australia.
El accidente fue inusual en el sentido de que los aviones involucrados en el choque, permanecieron enganchados después de colisionar. El golpe afectó mucho al avión superior parándolos por completo, pero los del avión que quedó debajo continuaron funcionando a toda potencia, de forma que el extraño híbrido siguiera volando. El piloto del avión inferior, junto con los navegantes, saltaron en paracaídas, pero el piloto de la parte superior se dio cuenta de que podía controlar ambos aviones gracias a sus alerones y elevadores. Sin pensarlo mucho intentó hacer un aterrizaje de emergencia en un prado cercano. Los cuatro tripulantes sobrevivieron al incidente, y el Anson superior incluso fue reparado y devuelto al servicio de vuelo. Cuando el director de la escuela de vuelo le preguntó a Fuller la razón de continuar volando, este afirmó que solo se limitó a poner en práctica lo que les habían enseñado en cuanto a los aterrizajes forzosos. Eligió un prado cercano una granja y aproó el avión al viento en la toma. Fuller fue ascendido a sargento por su hazaña.
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