La maldición de los Alcázar

Cuento aeronáutico


La tela del ala se rasgó dejando el semiplano derecho hecho jirones. Desde su carlinga podía ver alguna de las costillas de madera. El roto era enorme. Julián trató de estabilizar su MS.180 aplicando pedal y palanca, pero ya había perdido mucha altura y se dirigía hacia los pinares contiguos a la era. "Si no muero en el accidente mi padre me mata" pensó. 

Una familia castellana 

La familia Alcázar era muy conocida en la comarca. El Padre, Don José, como se le solía conocer en el casino, era una persona conservadora con profundos valores morales. Don José era un abogado muy querido por todos en el pequeño pueblo castellano del que era oriundo y del que había sido el alcalde muchos años. Durante su mandato, el patriarca siempre hizo gala de buen juicio para los asuntos sociales y buena gestión en los económicos. Don José era una persona muy culta y respetuosa con fama de ser buen marido, padre amoroso y magnífico educador. Después de las elecciones de 1933 había sido elegido como diputado en cortes por la CEDA y se trasladó a Madrid para poder atender los asuntos políticos que ahora eran su gran prioridad. 

Al frente de la casa de los Alcázar quedó su primogénito, Julián de 25 años. Un chico despierto que había cursado estudios de ingeniería en Madrid. La familia tenía muchas propiedades, entre las que se encontraban la casa solariega que había sido de la familia desde hacía varias generaciones y las tierras de labor que daban buenos beneficios gracias a los productos de la tierra. Principalmente trigo y cebada. La recolección de resina de los pinares era parte del negocio y el ganado que los criados pastoreaban por los pimpollares del monte era muy apreciado en todas las ferias donde participaba. Los Alcázar tenían un alto nivel de vida para la época. La casa estaba atendida por la servidumbre y los negocios de venta de trigo iban viento en popa gracias a la gran cantidad de braceros a los que se daba trabajo. 

Los hermanos Alcázar eran cuatro. Julián, Andrés, Mariano y la pequeña Encarnación o Encarnita, como la solían llamar en casa. Julián era el más impetuoso. Le encantaba aprender cosas nuevas y pensar en las formas de mejorar los rendimientos del trabajo, pero su fogosidad a veces le hacía incurrir en meteduras de pata, pequeños entuertos de los que su padre solía enterarse a toro pasado. Andrés era el más sesudo. Quería dedicar sus esfuerzos a las leyes, al igual que su padre. Mariano era el más tranquilo de todos. Era muy devoto por influencia de su madre. De pequeño había sido monaguillo en la iglesia del pueblo y ya se vislumbraba que pronto podría ingresar en el seminario. La madre de Julián estaba preocupada. Hacía tiempo que el mayor de los Alcázar tenía ideas "muy raras". 

Julián era un chico moderno. Había estudiado el tema a fondo y estaba convencido de que la aeronáutica iba a revolucionar las explotaciones agrícolas e industriales muy pronto. Era una simple cuestión de tiempo que las aeronaves fueran mejores y más económicas. Desde hacía unos meses Julián se había apuntado a una nueva asociación en España llamada Club Deportivo del Aire, cuyo director era un famoso aviador militar laureado, el capitán D. Juan Antonio Ansaldo. En el verano del 34 solicitó unas clases para poder pilotar aeronaves. Estas actividades no eran bien vistas por su madre que pensaba, como mucha gente de la época, que eran cosa sde locos. La buena mujer llamó a su marido a Madrid muy preocupada. 

—Pepe, el niño se nos va a matar con esa tontería de pilotar aviones. 
—Querida, Julián es un hombre. Además, es un joven responsable. Desde que le dejé al cargo se ha comportado muy bien. 
—Sí Pepe, pero quiero que hables con él y que le quites todas esas fantasías de la cabeza. Su deber es hacerse cargo de las cosas, pero de tejas para abajo. 
—Hablaré con él, no te preocupes. 

Don José tuvo una larga charla con su vástago cuando este se desplazó a la capital, pero las razones de Julián eran poderosas. Don José estaba al tanto de los progresos hechos en los Estados Unidos y otros países adelantados en el campo del transporte de correo y mercancías por avión. Finalmente, acabó dándole sus bendiciones para intentar poner en práctica la logística que Julián proponía. 

Un moderno monoplano monomotor francés 

El joven Alcázar se hizo pronto con los controles de vuelo y aprendió enseguida la técnica. Una vez obtenido el título de piloto Julián se fue a Francia a comprar un avión del que estaba enamorado. Solo lo había visto en fotografías en el aeroclub, pero estaba convencido de que podría pilotarlo y hacer algún vuelo para transportar pequeñas mercancías. Se trataba de un avión deportivo de construcción francesa, el espectacular Morane-Saulnier MS.180. La casa Morane-Saulnier era bien conocida por su serie de cazas de ala en parasol. Nada menos que un monoplano con ala aflechada. "Los biplanos son cosa del pasado" pensó Julián. 

El aparato era un monomotor deportivo con ala en parasol, monomotor, diseñado en 1929. El MS.180 seguía la tradición de la casa Morane-Saulnier. Era muy parecido al MS.230, pero algo más pequeño y mucho menos potente. El avión se construyó con una mezcla de madera y metal y, aparte del fuselaje delantero, estaba recubierto de tela. Su ala aflechada tenía largueros y alerones metálicos, pero costillas de madera. Estaba dispuesta por encima del fuselaje sobre soportes metálicos de tipo cabaña en V invertida, y arriostrada al fuselaje inferior mediante soportes metálicos paralelos. 


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