Midiendo alturas con un barómetro
donde c es una constante, T es la temperatura absoluta, P es la presión en altitud z, y Po es la presión a nivel del mar. La constante c depende de la aceleración de la gravedad y la masa molar del aire. La solución con el barómetro por lo tanto, es muy sencilla. Todo pasa por medir la presión en la parte de abajo del edificio y en la parte superior, siendo la altura la diferencia de las presiones divida por la densidad y por la gravedad. Los modernos relojes deportivos de pulsera que dicen llevar altímetro en realidad llevan un barómetro calibrado en metros o pies. Existe en Internet una historia (contada de muchas formas) que se da por cierta. Está relatada presuntamente por el insigne Sir Ernest Rutherford y se le atribuye a Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922. Se dice que cuando era niño, era muy listo (...y algo chulo). Aquí se reproduce exactamente como la encontré en Internet:En el minuto que le quedaba escribió la siguiente
respuesta: "Coge el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del
edificio, calcula el tiempo de caída con un cronometro. Después se aplica la fórmula:
altura = 0,5 por A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio".
En este punto le pregunte a mi colega si el estudiante
se podía retirar. Le dio la nota más alta. Tras abandonar el despacho, me
reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la
pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro
en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra.
Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una
simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.
Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? Sí, contestó;
este es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve.
En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en
la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro
y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura
del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Este
es un método muy directo.
Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más
sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un
péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la
gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la
gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la
perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una
sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del
edificio. En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo
descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular
la altura midiendo su periodo de precesión. En fin, concluyó, existen otras
muchas maneras. Probablemente, siguió, la mejor sea coger el barómetro y
golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor
conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este
edificio, se lo regalo. En este momento de la conversación, le pregunté si no
conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada
por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de
altura entre ambos lugares) Evidentemente, dijo que la conocía, pero que
durante sus estudios sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.
En realidad, la verdadera historia del barómetro fue
inventada por Alexander Calandra, profesor de física muy reconocido, fallecido
el 8 de marzo de 2006, a los 95 años. Trabajó gran parte de su vida en la
Universidad de Washington en St. Louis, EE.UU. Calandra publicó esta anécdota
en su libro “The Teaching of Elementary Science and Mathematics” Washington
University Press, St. Louis, 1961. La anécdota se popularizó tras su aparición
en el semanario “The Saturday Review” (p.60, Dec. 21, 1968), con el
título “Angels on the Head of a Pin. A Modern Parable”.

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